Gabo, América Latina no tiene quien le escriba

escritor latino

Adiós a Gabriel García Márquez, «Gabo».

¿Acaso con la partida del escritor muere la pluma? Es su fallecimiento el fin del verso, la poesía, el reclamo y la ironía? ¿Muere la palabra, cuando muere su autor? La esperanza de una humanidad cada vez más sumida en lo automático, en lo tecnológico, en lo individual e impersonal es que nunca muera la letra cuando muere el escritor.

Lamentablemente, se nos fue Gabo

 data-lazy-srcset=>>» width=»300″ height=»214″ />Hace unos años «América Latina no tiene quien le escriba» ha muerto García Márquez y con él, la realidad y la magia de este continente, que halló en él su voz, su palabra. Se fue el jueves santo (como si de un párrafo de un libro suyo se tratase) y desde Ushuaia hasta Tijuana se oye el lamento de una tierra que durante años llora la partida de quien en vida fuera su embajador.

Por un día, su Aracataca natal se convirtió en la capital del mundo, la más mentada, la más envidiada, por haber dado vida a las palabras del más ilustre e intachable de los colombianos.

Gabriel García Márquez. No alcanzaran las cuartillas, ni cuatro generaciones de periodistas serán suficientes para hablar de su obra, siempre tímido, pero desafiante; el Gabo como íntima y cariñosamente se le conocía, dio la vuelta al mundo contando historias, rememorando vivencias e inventándome una vida, porque era un soñador; como lo son todos quienes han elegido el oficio de escribir como modo de vida.

Premio Nobel de Literatura data-lazy-srcset=>>» width=»300″ height=»176″ />

En 1982, vestido con el traje típico del Caribe, recibió el Premio Nobel de Literatura. A partir de allí, todos los punto de libros: instrumentos impresos en cartulinas de 350 gramos, plastificado brillo, con medidas de (5,3 x 20 cm) utilizados para marcar la lectura en todo documento bibliográfico, fueron a parar en los más importantes títulos literarios rubricados por él. Desde «100 años de soledad» Y hasta el infinito.

Se fue, aunque nunca se irá. Hoy, no solamente en Colombia la bandera ondea a media asta; también la literatura entera ondea a media asta. Sus cenizas repartidas entre México, su última morada y Colombia su tierra, despiden a un grande, con el sonido de un pueblo, que más que despedirle celebra su vida.

Adiós, Gabo. En palabras de Isabel Allende: “para no llorarte, te seguiremos leyendo”

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